Lejanamente cerca

A mí me gustaba él
y era un hecho inevitable,
por más lejos que quisiera 
huir de su recuerdo,
por más rápido que intentara escapar
de esos ojos, de esas manos, 
de esa sonrisa, de ese cuerpo...
de su boca color ciruela
que tanto moría por besar.

Me resultaba hasta ilógico
intentar olvidar
el canela de su piel,
y esa mente que siempre 
revolucionaba mis ideas,
esa mente que me motivaba
a mirar el interior de mi ser.

Y era también, incomprensible
el hecho de amarlo tanto,
el hecho de seguir esperando
poder, algún día, correr a sus brazos
y decirle lo mucho que lo he extrañado.

Decirle que lo esperaba desde siempre,
desde enero, desde noviembre,
desde esos años en que no lo conocí...
quería poder decirle 
que no me importaba el dolor
relacionado con el hecho de quererle.

Es que era algo indecible,
era como rayar en la locura
lo que me provocaba su ausencia;
sin embargo, era preferible para mí 
mantenernos lejanamente cerca
que darle el triunfo a la distancia.

 Dalia Hernández
© Derechos reservados 
2020








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