Carta a mi guerrera feliz

Te conocí cuando tenías a penas
el tamaño de una semilla
¡Ese fue el día más feliz!
Ya estabas dentro de mí.

Poco a poco crecerías...
te amé desde el instante que supe
que estarías por siempre junto a mí,
unidas por un lazo irrompible,
inquebrantable... eterno.

Aunque tuvimos días complicados 
al grado que pensé
que querías darte por vencida.
Yo te cantaba, te alentaba
a no abandonar la lucha,
te contaba historias, te hablaba
sobre las cosas hermosas
que aún no conocías.

Poco a poco, con esfuerzo
a mi vientre te fuiste aferrando,
abrazandote a la vida,
tomaste mis esperanzas
y crecieron conforme tú crecías.

Tuve miedo de perderte, también
temía no poder cuidarte
o ser para ti un mal ejemplo.

No fue tarea nada fácil
llevar una vida en mi vientre,
pero hoy, orgullosa puedo decir
¡Que lo logramos!

Cambiste mi vida, abriste tus ojitos 
y me regalaste la sonrisa más hermosa
con tus lindos labios de pétalos de rosa,
a mi vida le diste al fin rumbo y sentido.

Siempre estaré contigo para impulsarte,
motivarte a crecer, a creer en ti
porque no hay imposibles,
mi Creador te envió para que
logres cosas increíbles.

No dejes de soñar, pero sobre todo
no dejes de luchar
porque para lograr tus sueños
reside en ti la fuerza 
para hacerlos realidad.

Dalia Hernández
Derechos reservados 
2017




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cuando quieras volver

Vendedor de ilusiones

Amor de hielo