Dos desconocidos

No morí cuando te fuiste de mi lado,
fue un dolor agudo, lo confieso,
fueron largos meses de amargo llanto
extrañando tu rostro apasible,
ese hermoso mar en calma de mirar perfecto.

No morí cuando "hasta nunca"
fue lo último que me dijiste,
a pesar de haber disparado primero
caí, pero seguí viviendo,
porque aun con las heridas sangrantes
prometí que jamás te buscaría
y me juré que me levantaría.

No morí y sé que tú tampoco,
aunque también te fuiste mal herido,
en los labios llevabas incrustrado
el veneno de mis besos asesinos,
los cuales prometí 
que cada vez al recordarme
te irían asfixiando 
hasta dejarte sin sentido.

No morí ni tú tampoco,
aunque dentro de tus poros
hayan quedado rastros de mi calor,
de mi piel ceñida a tu figura
porque no podía haber sido de otra forma.
Fuiste tan mío como yo tuya. 

Ahora caminamos por la calle
jugando a ser dos desconocidos,
tú sigues siendo el mismo ermitaño
al que conocí en un principio,
yo sigo siendo la misma
que vive enamorada de la melancolía.

No morí... Soy la misma 
que sigue viva a pesar de amarnos 
hasta casi en el intento destruirnos,
imaginando que nunca 
una historia juntos tuvimos,
que simplemente tú y yo...
jamás nos conocimos.

Dalia Hernández 
© Derechos reservados 
2018







Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cuando quieras volver

Vendedor de ilusiones

Amor de hielo